Mi mente pide a gritos silencio. Estoy en un momento en el que todo ruido perturba mi tranquilidad. Como en esa fase de relajación en la cual se busca la paz y el silencio. Radio, televisión, vecindad, tráfico, gente en la calle, cacofonía sin más. Busco el silencio.
Tengo la extraña sensación de haber vivido muchos cambios en poco tiempo, como si el mundo hubiese acelerado su movimiento y mi mente necesitase parar. Asimilar todas las opciones que ahora tengo frente a mí, que aún sin ser muchas, ahora me parecen demasiadas. Acostumbrada a un mundo limitado, de pronto me encuentro ante un mundo desconocido que me ofrece múltiples posibilidades. Y si bien esto no podría ser mejor, al mismo tiempo me abruma. De pronto todo va muy deprisa, o quizás fuese yo la que iba demasiado lenta, acostumbrada a ver la vida pasar. Sí, esa es la respuesta más lógica a todo esto que me está sucediendo. Y ahora, me toca parar y coger impulso para poder recuperar la velocidad que la vida normalmente lleva.
Y lo más probable también es que ese sea el motivo de mi necesidad de relax, de refugiarme en mí y en mis pensamientos. Que sean el ir y venir de estos lo único que pueda percibir dentro de mi cabeza, como si de estrellas fugaces se tratasen. Esas que, en la oscuridad de la noche, veo desaparecer en la inmensidad del silencioso firmamento.
Estoy aquí pues, buscando la soledad entre estas líneas, con el único ruido perceptible del teclado del ordenador. Y por un instante me viene a la cabeza la absurda idea de querer que este momento se volviese eterno. Absurda porque, además de resultar imposible, a la vez soy consciente de que en algún momento también se me haría insoportable. Nos movemos en un continuo ir y venir de “necesidades” contradictorias. Oscilando entre el movimiento y la calma, la compañía y la soledad, el leer y el escribir, el ruido y el silencio.
Me busco a mi misma; a mis pensamientos, emociones… Me confino en una habitación, cierro los ojos y simplemente “escucho” el silencio. Y me da paz. Siento que de pronto todo se detiene a mí alrededor y empieza a tomar el ritmo necesario. Un largo camino recorrido y sin embargo, aún tanto por recorrer…. Necesito parar, reflexionar, pensar dónde me encuentro y hacia dónde quiero ir. Pero nunca mirar atrás. O si acaso, esto sólo sea para coger impulso.
Pero ahora sólo necesito silencio. Todo aquello que me distrae de él me resulta molesto. Sólo quiero “escuchar” mis pensamientos y hacer con ellos una criba; seleccionar aquellos que me sean útiles, me aporten algo, y desterrar aquellos que, de alguna manera me puedan hacer daño o me parezcan poco fructíferos. Porque me cansé de recolectar todo sin hacer ningún tipo de selección. Creo que llegué a padecer alguna extraña variante de Síndrome de Diógenes en la cual, todo pensamiento me era válido, y acaso cuanto más catastrofista mejor.
Mi mente pide a gritos silencio, porque necesita hacerse oír.
– Desconocido
Imagen http://www.pexels.com
En los silencios es donde se saborea una buena conversación. Hay quienes los temen y necesitan llenarlo hablando, conozco a alguno así.
Saludos ✋
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YO era así, jajaja. Lo admito, la ansiedad me comía y hablaba hasta debajo del agua. Ahora «pienso» antes de hablar, 😉
Hablando en serio, todo en mí está cambiando. Es increíble cómo la ansiedad puede afectar a todos los ámbitos de la vida. Y en este momento que estoy viviendo de «crecimiento personal», eso se expande a escuchar más, «ver» más a mi alrededor que antes no veía, y como digo, también a esa necesidad de silencio.
Como dije en algún relato anterior, estoy desprendiéndome de todas las «capas» y va resurgiendo la verdadera Cristina.
Saludos Jm. 🙂
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Buen hábito, hablar por hablar, te hace perder todo lo demás.
Saludos Cristina ✋
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JA
JA
JA
JA-ludos Jm 😛
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Bonito texto!
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Muchas gracias Dulce. Que tengas buena semana.
Abrazo.
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muy bueno, felicidades!
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Muchas gracias. Hoy ha sido tarde de silencio 😉
Saludos
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